Muchos de mis recuerdos más vívidos y queridos de la infancia vienen de mis visitas al videoclub. Crecí entre Londres y Tenerife, y en ambas ciudades experimenté esa magia única.
Recuerdo con especial cariño aquellas tardes de viernes en Londres, cuando mi hermano y yo pasábamos horas recorriendo los pasillos de nuestro videoclub favorito, embriagados por ese aroma inconfundible que parecían compartir todos esos templos del cine.
Como si los dueños de los videoclubs tuvieran acceso a un «perfume secreto», una fragancia que cualquiera que haya vivido aquella época reconocería al instante.
Los que coleccionamos cine lo hacemos, en gran parte, porque queremos volver a esa sensación. A cuando éramos felices con «muy poco».
La nostalgia es tan poderosa que, por muchas modas que vengan, lo de atrás siempre tira con más fuerza. Estamos en una era donde acceder a un catálogo de cine infinito es más fácil que nunca, y aun así, no nos llena tanto como ver nuestras películas en la estantería.
Observar esas ediciones difíciles de conseguir, saber que forman parte de nuestra colección, nuestro propio videoclub personal… Eso no tiene precio.
Dicen que el formato físico está muerto, pero escucho cada vez a más gente harta de las plataformas de streaming. Nos vendieron la idea de que poseer películas era cosa del pasado y que lo «cool» era sentarse con el mando a elegir qué ver… y pasar más tiempo eligiendo que viendo.
Porque no nos engañemos: las plataformas no están pensadas para que disfrutemos del cine, sino para que devoremos contenido. Y aunque pago 150 euros al mes por todas ellas, ni la combinación de todas juntas podrá igualar la sensación de comprar una película, abrirla, olerla, coger el disco, meterlo en el reproductor y sentarme a disfrutar, como cuando era niño.
Porque, como decía «Karina»: «Cualquier tiempo pasado nos parece mejor»… Y en este caso, no es una percepción. Era mejor.
Me presento: soy «Comentarista Cabreado» y esta será mi sección en cinemix. Aquí compartiré mi
pasión, la que tengo desde que era un bebé y todo el mundo sabía que, para hacerme feliz, solo hacía falta llevarme a comprar una película en VHS. Intentaré portarme bien… aunque no prometo nada.
Espero que no me censuren demasiado.
Soy un preso político. Soy Nelson Mandela.