Ser coleccionista de películas, además de ser un hobby: es también una montaña rusa de emociones, carteras vacías y estanterías al borde del colapso.
Y como todo placer terrenal… tiene sus pecados.
A veces caemos en ellos sin darnos cuenta, entre compras impulsivas, discusiones sobre ediciones y promesas incumplidas de «ya no compro más este mes».
Si te reconoces en alguno, no te preocupes: no estás solo.
Bienvenido al confesionario cinéfilo.
1. Soberbia: el que se las sabe todas
Ese momento en que alguien te suelta:
“Eso no vale nada, yo tengo la edición japonesa limitada y firmada por el director”.
Sí, campeón, sabemos que eres la enciclopedia del coleccionismo.
Pero cuidado: la soberbia puede jugarte malas pasadas.
Porque mientras te ríes del amigo que compró el amaray normal, te quedaste sin tu Steelbook más deseado porque justo en el momento en que salieron las reservas, tú estabas en la reunión del cole de tu hijo sin poder atender al móvil, y la edición se agotó en 10 minutos de reloj.
Y te quedas con cara de póster arrugado.
2. Avaricia: el que quiere TODAS las ediciones
Comprar cada versión de la misma película. Sí, todas.
Hasta la del VHS japonés de «La guerra de las galaxias» sin subtítulos.
La avaricia coleccionista es ese impulso de «lo quiero todo» aunque tu estantería ya grite auxilio y tu tarjeta de crédito pida vacaciones.
No necesitas siete ediciones de «Blade Runner»… bueno, vale, quizá sí. Pero al menos admítelo.
Y si la soberbia te hacía mirar por encima del hombro, la avaricia te hace mirar debajo del sofá (buscando espacio).
3. Lujuria: obsesión por lo brillante y reluciente
Steelbooks, lenticulares, fundas holográficas… si brilla, lo quiero.
Incluso aunque ya tengas ocho copias idénticas de la misma película.
Ese brillo hipnótico te atrapa y, de repente, estás justificando una compra porque «esta tiene el logo en relieve».
Tu pareja te mira en silencio, con esa mezcla entre resignación y ternura:
“Otra vez…”
Si reluce más que tu tele, ya sabes: tiene que ser tuyo.
4. Ira: cuando alguien toca tu colección
Un amigo te coge un Blu-ray.
El gato roza la estantería.
Y de pronto… la sangre hierve.
La ira coleccionista es ese drama interior que te hace gritar como si te hubieran hecho «spoiler» de tu vida.
Respira, que es solo plástico (aunque lo entendemos: plástico sagrado).
Por dentro, sabes que es exagerado.
Por fuera… estás viviendo tu propio clímax de película de acción.
“¡¿Quién ha tocado mi edición de El Padrino?!”
5. Gula: compras sin freno
Paquetes de 50 películas por 10€.
Bolsas que parecen de mudanza.
Y la voz de tu pareja resonando en el pasillo:
“¿Más? ¿Y dónde lo meterás ahora?”
La gula coleccionista es pura felicidad desbordada: ese subidón al conseguir el chollo, la adrenalina de abrir un paquete nuevo…
Hasta que llegas a casa y no cabe ni un posavasos más.
Te prometiste “solo mirar” y acabaste con más bolsas que en Black Friday.
6. Envidia: el «otro» siempre tiene más
Ese amigo con su altar de ediciones limitadas, luz LED y peanas de metacrilato.
Y tú mirando tu estantería, que empieza a parecer un «Lego» sin instrucciones.
La envidia coleccionista es inevitable.
Comparas, suspiras, fantaseas con la edición que él tiene y tú no.
Pero al final recuerdas que cada colección cuenta su propia historia, y lo importante es disfrutarla.
Porque, admitámoslo: incluso la edición más sencilla puede tener más valor sentimental que la más cara del mercado.
7. Pereza: el pecado silencioso
Montañas de cajas, discos desperdigados, carátulas sin devolver a su sitio…
Buscas un Blu-ray y acabas reordenando toda la estantería (bueno, «reordenando mentalmente»).
Encontrar el disco perdido después de tres semanas es como hallar el Santo Grial.
Y sí, maldecirás un par de veces por el camino.
La pereza convierte tu santuario en un caos épico.
Pero oye, mientras sigas sabiendo dónde está «al menos la mitad» de tu colección, todo está bajo control… más o menos.
Conclusión: la redención del coleccionista
Reconocer tus pecados es el primer paso para coleccionar con cabeza… o al menos con humor.
Porque, al final, ser coleccionista no va de tenerlo todo, sino de disfrutar cada disco, cada funda y cada momento de frikismo puro.
Ríete de tus errores, limpia el polvo de tus carátulas y sigue sumando Steelbooks, ediciones limitadas y amarays estándar… pero con estilo.
Porque tu colección es algo más que una estantería: es un reflejo de ti, de tus gustos y de todas las películas que te hicieron soñar.
Bonus Pecado #8: Negación
“Yo puedo parar cuando quiera.”
(Spoiler: no puedes. Y tampoco hace falta).


















Muy buena! Me reconozco en todos 😅😂