En la alcoba del sultán, la nueva obra de Javier Rebollo, nos invita a viajar al nacimiento del séptimo arte, en una historia que fusiona la curiosidad científica con el misterio de lo mítico.
Presentada en la 69º edición de la Seminci, y ambientada en los albores del siglo XX, la película cuenta la historia de Gabriel Veyre, un pionero de la cinematografía que, en esta fantasía histórica, acepta la propuesta del Sultán para llevar la magia del cinematógrafo al Oriente.
Desde el momento en que desembarca en el País de Nour, un lugar casi sacado de un sueño, la película se despliega como un homenaje a la temprana fascinación que el cine generaba en sus espectadores.
La fotografía es uno de los aspectos más deslumbrantes de la película. Con su característico estilo, logra recrear un mundo que parece suspendido entre la realidad y la fantasía, transportándonos a un pasado que no solo fue, sino que podría haber sido.
Encontramos imágenes que respiran nostalgia por un cine que estaba por nacer, pero que ya contenía en sí mismo el poder de capturar la imaginación de todos.
El film se mueve entre el mundo tangible y lo onírico, con una trama que, más que seguir una línea narrativa convencional, se presenta como un cúmulo de sensaciones y momentos fugaces que evocan el nacimiento del cine como un acto mágico. En este sentido, la película no solo narra una historia, sino que se convierte en una reflexión poética sobre los orígenes del cine y su capacidad para transformar la realidad en una experiencia única.
La interpretación de Pilar López de Ayala, en el papel de una figura misteriosa que acompaña a Gabriel (Félix Moati) en su travesía, es sutil y enigmática, sumándose al tono de fábula que impregna la película. Su presencia aporta un aire de misticismo a la ya densa atmósfera creada por Rebollo, reforzando la idea de que el cine, en sus primeras formas, tenía algo de ritual, una capacidad para capturar y conservar el tiempo y el espacio.
En la alcoba del sultán es una película que desafía las convenciones del cine histórico para ofrecer una obra profundamente sensorial, en la que los límites entre lo real y lo imaginado se desvanecen.
La temeraria curiosidad de Gabriel Veyre por los mecanismos de la cámara se convierte en un reflejo del propio Rebollo, que aquí sigue explorando los mecanismos del cine como arte y ciencia. La película se convierte así en una carta de amor a los pioneros del cine, a aquellos que, como Veyre, se atrevieron a soñar con lo que la cámara podía capturar.
Con una historia tan única como su propuesta visual, En la alcoba del sultán es una película que se siente a medio camino entre el cine experimental y el relato de época, ofreciendo una experiencia que remite a los momentos en que el cine aún era una ilusión mágica y los espectadores asistían a las primeras proyecciones como si fueran actos de hechicería.
Javier Rebollo consigue, a través de su mirada, que volvamos a maravillarnos por el simple acto de ver, tal como lo hicieron los primeros espectadores de los hermanos Lumière.